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Salta Capital, Salta, Argentina

lunes, 29 de septiembre de 2025

Microrrelato: "Compañero casi perfecto"

Hacer home office en su compañía fue agradable. Siempre atento al café express y las cookies. Se destacaba en el manejo de la agenda y analizando informes. Frente a problemas técnicos nadie lo igualaba en eficiencia.

Al caer la tarde, contemplando el cielo desde mi sillón, él ponía mi playlist favorita. Servía en mi copa vino fresco, cosecha tardía. El sol atravesaba el cristal delineando reflejos. Yo paladeaba la dulzura suave, las notas de miel y el aroma delicado.

Él me observaba con sus ojos redondos. Sabía a la perfección todo sobre la producción de vinos, pero no experimentaría nunca lo inefable de degustar su sabor.

¡Qué pena Astro, mi robot favorito!



Agosto/2024 

Publicado en la Antología "Devino en letras" del grupo Micrósfera - Octubre /2024


Microrrelato: "El ruiseñor y el fantasma"

 El castillo cerca de Ascot, a pocas millas de Londres, era nuestra última parada antes de volar a casa. El bus turístico entró por una ancha avenida cercada por pinos. La humedad y el tiempo habían hecho su trabajo en los muros oscurecidos.

Los árboles rodeaban todo el jardín, dando un aspecto más sombrío a la tarde. De a poco se iban acallando los cantos de los pájaros. Un almendro centenario se destacaba en el centro del parque. Los ruiseñores refugiados en sus ramas seguían con sus trinos.

En el comedor, las viejas armaduras del siglo XVI parecían observarnos desde los huecos de sus yelmos. Ninguno de nosotros pudo disfrutar la cena. A la madrugada, inquieto por el insomnio, me levanté de la cama que crujía. Miré por la ventana hacia el jardín del viejo almendro y grité aterrado. El frío y el miedo me hicieron temblar. No estaba seguro de lo que veía. Observé extrañado una sombra huesuda recostada sobre el tronco. Estaba sentado en la hierba blanda y tupida. Sus largos brazos sostenían sus rodillas. Lo reconocí. Era Sir Simon, el Fantasma de Canterville. Su cara ya no era lívida, ni sus mechones tan grises. No tenía cadenas en las muñecas ni en los tobillos. Sonreía plácido mientras posado sobre su mano, un ruiseñor le regalaba un dulce concierto. Me tranquilicé.

Bajo la luz de la luna plateada y envuelto en el perfume del almendro en flor, el Fantasma había alcanzado la paz.

Noviembre/2023

Publicado en la Antología "Mutaciones"  de @EosVilla Mayo/2024 

sábado, 27 de septiembre de 2025

Microrrelato: "En el Mar de la Tranquilidad"

Orbitó unas horas. Luego inició el alunizaje. “Houston, aquí Base Tranquilidad: El Águila se ha posado”. Armstrong dio el primer paso. “Una vista magnífica” dijo. “Magnífica desolación”, contestó Aldrin.

En la tierra, alguien recordó a García Lorca: “Cuando sale la luna, … el corazón se siente isla en el infinito”



Publicado en la Antología "Historias a la luna" de www.lunallenacorrecciones.com Noviembre /2024

Microrrelato: "Caminito"

La cita era bailar tango todos los jueves a la misma hora y en la misma plaza. La luz del farol enmarcaba el escenario, el sombrero le ocultaba sus rasgos orientales. Él le susurraba palabras seductoras, ella le sonreía en cada corte y quebrada. Con “Caminito” sorprendían por su gracia y estilo, la gente se quedaba a mirarlos fascinados. Desde el callejón escuro salió un tipo de negro y rasgos orientales. Una ráfaga de metralla derribó al bailarín. Ella, en su conmoción, sacó el puñal que asomaba en la cintura de su compañero, furiosa lo lanzó certero a la espalda del atacante que cayó al suelo. La poca gente que todavía quedaba en la plaza huyó espantada. En el parlante Raúl Lavié seguía cantando: “…Yo a tu lado quisiera caer, y que el tiempo nos mate a los dos…”

Publicado en la Antología "Por la mirilla" de Micrósfera. Setiembre / 2023

Microrrelato: "Como en la pasarela"

Recostada en su cama, miró por la ventana las ramas de la palmera. Eran como enormes alas verdes. Vino a su memoria el desfile de Victoria Secret que había visto en las redes.  Todas las modelos desfilaban como seres alados. Se sacó el pijama, se quedó en ropa interior y en su alucinación, fue una de ellas.

Se acercó a la baranda, cortó dos ramas y sintió que salía volando. La encontraron como un ángel caído, en el pulmón del edificio.

Octubre /2024

miércoles, 24 de septiembre de 2025

Cuento: "Desde el Mesozoico y para siempre"


Empezaste a formarte en la era Mesozoica, hace millones de años. Fuiste parte de algún bosque de antiguos árboles gigantes. Con los siglos, los meteoritos y las erupciones volcánicas, te arrasaron y arrastraron hasta cubrirte con un manto de lava. 

En la oscuridad de tu entierro de cenizas, perdiste tu materia orgánica y te fuiste transformando en un fósil, manteniendo tu apariencia de madera. Ya no había dinosaurios que caminen sobre el suelo que te ocultaba. Tampoco estaban los humanos para utilizarte como herramienta.

Los movimientos de la tierra, los glaciares y los ríos, te dieron a luz a la superficie. Llegaron los hombres y les fuiste útil en las cacerías.  Ocupados en sobrevivir, buscando qué comer y cómo defenderse, no descubrieron la belleza contenida en tus entrañas. 

Se escurrieron incontables siglos de historia, hasta que algunos te encontraron. En un bosque petrificado, tu aparente inutilidad se convirtió en fascinación. De cosa inadvertida te volviste un objeto de estudio. ¿Cuántos minerales guardás en tus profundidades? Al fin el hombre entró en tu existencia, albergue de la memoria del universo. Un ser insignificante analizando la grandeza de tu misterio.

Llegaste a mi tiempo como roca apreciada en la manta de un artesano. Te encontré, me sedujo tu apariencia. A través de un intercambio comercial, pasaste a ser de mi propiedad, como si se pudiera comprar la historia del universo que hay en vos. Así, una parte del enigma del cosmos entró en mi historia.

Estás en mi escritorio pisando papeles urgentes e importantes. ¿Devaluada? ¡De ninguna manera! Sos testigo de mi día a día, te convertiste en mi compañera. Algún día yo desapareceré de los lugares que habito, y vos serás parte de mi herencia y de la herencia de mis descendientes, porque sos el infinito y la eternidad.

 

Bibiana Paesani

2do Premio “Segundo Concurso Literario Provincial de Cuentos”

@Capitulodosradio @Araozediciones

Noviembre/2024

 

Cuento: "Pasaje a tu ilusión"


Ahí estás. Parada frente a la puerta de embarque del Airbus A350 de ITA Airways que te llevará a Roma. En tu mochila, guardás como un tesoro, la carpeta con la documentación certificada y apostillada que te llevó años reunir.

Partís, sentís una mezcla de ansiedad, miedo y alegría. Leés, mirás películas, caminás por el pasillo y charlás con tus compañeros de asiento.

Nadie te espera. Tu italiano tiene lagunas, pero juntás coraje. Respirás hondo como si estuvieras serena y hacés los trámites para ingresar al país

Tomás un taxi. Vas al hotel de apenas dos estrellas.

Viajás a Ancona, sobre el Adriático, la tierra de tu bisabuelo. Buscás los datos que te faltan y te informan que la única forma de conseguir la ciudadanía es que te quedes tres meses viviendo en el País.

Contás tus ahorros y te decidís: vas a buscar un trabajo temporario como camarera o recolectora de frutillas. Dicen que en el sur la vida es más barata. Te vas en ese rumbo.

Conseguís trabajo en un café, conocés muchos Ragazzi belli y uno que te sonríe cuando pide caffé latte, todas las mañanas. Sos argentina. Eso te agrega un plus, lo aprovechás. Sonreís más.

Mientras trabajás para comer, conseguís amigos y paseás por las magníficas playas de la costa del Adriático, los tres meses se te pasan volando.

Un día, te llega el ansiado pasaporte. Llorás y bailás de alegría. Es lo que tanto querías tener. Para eso laburaste todos estos años. Sólo comparable al momento de recibir tu título.

¿Y ahora…? ¿qué hacés…?

¿Te volvés?


Abril /2024

sábado, 20 de septiembre de 2025

Cuento: "El día D" (Inspirado en “Los que se van de Omelas” de Úrsula K. Le Guin. ¿Dónde van los que se marchan de Omelas?)

        lustración de Eva Vázquez para la edición de Nórdica 
        de Quienes se marchan de Omelas, de Ursula K. Leguin.


La tarde en Omelas hervía por el calor estival. La procesión de la Fiesta de verano seguía hacia la gran pradera de los campos verdes. El ritmo de la música era ligero y se escuchaban estruendos de tambores y platillos. La gente acompañaba bailando. Karl, el niño de la flauta de madera, interpretaba su parte de la melodía, sentado al borde de la multitud. Quería pasar más desapercibido que de costumbre. Sabía que había llegado el día D.

Sus dos hermanos mayores y dos amigos más, planearon todo. Estaban en las cercanías del edificio público que albergaba en los sótanos al niño abandonado.

Ni Karl, ni sus hermanos, ni los amigos de los hermanos, entendían por qué esa criatura tenía que sufrir hambre, desamparo y desprecio. Desde la primera vez que lo vieron en la profundidad del edificio, impresionados y disgustados, se llenaron de cólera ante las oscuras explicaciones que le dieron los adultos. ¿Por qué un niño debía pagar con su vida y sufrimiento la felicidad de otros?  Su impotencia no quedó en un simple deseo de justicia. Querían desenmascarar la mentira de la falsa verdad: la felicidad de todos se consigue gracias a la infelicidad de uno. Entonces, idearon un plan, para ello necesitaban conseguir drozz, mucho drozz, lo cual no fue difícil porque la sustancia abundaba en la ciudad y circulaba sin controles.

La mañana previa a la celebración del verano, esparcieron la droga en las cisternas que almacenaban  el agua proveniente de las vertientes del norte. El clima tórrido durante la tarde, hizo lo suyo. La gente tenía más sed que de costumbre y recurría a las fuentes públicas para saciarla. Los aspersores de riego del césped, también lanzaban agua con drooz. Se empezaba a sentir el difuso perfume de la droga que los excitaba. El agua que bebían tenía un dulzor familiar. Se veían más entusiasmados y felices, esa era la primera reacción. Todos hablaban, cantaban y bailaban con más energía que lo normal. Luego vino el segundo efecto del drooz, y se dejaron llevar por sus pasiones sexuales. El campo verde ya no era la peregrinación de todos los años, sino que se estaba convirtiendo en una orgía, donde cada uno buscaba a otro – no importaba si varón o mujer- para hacer lo que su instinto carnal le mandaba, aún más allá de toda imaginación.

Los guardias del edificio que albergaba al inocente niño también bebieron agua y se dejaron subyugar por los efectos de la droga abandonando sus puestos hacia los festejos. Los muchachos, escondidos detrás de unos árboles, sudorosos y expectantes, entraron y recorrieron los pasadizos oscuros mientras Karl, con su flauta de madera, hacía de vigía tocando su música. Sabían que debían ser muy rápidos. Atravesaron varias puertas hasta llegar al subsuelo, encontraron al niño flaco y desnutrido que se despertó de su letargo sin entender demasiado, pero al ver el grupo de jóvenes, su cara asustada esbozó una sonrisa. Los rescatistas, venciendo el asco por el hedor de las heces y la mugre acumulada, lo levantaron con suavidad y salieron del edificio, juntos.  

En la zona de festejos la multitud alcanzaba el tercer efecto del drooz. Estaban exhaustos, los cuerpos desnudos entrelazados y dormidos sobre el césped. Era el momento justo para atravesar los campos verdes y continuar hacia el río. Al llegar se zambulleron en el agua segura, sin drozz, el semblante del niño comenzaba a cambiar y el de ellos también. Sacaron de las mochilas ropa y ayudaron a vestirlo, comieron juntos y le dieron un nombre: Theo. Desde la orilla del río podía vislumbrarse el sopor en que continuaba la ciudad.

Antes de que caiga la noche se internaron en el bosque, caminaron tranquilos al paso de Theo que iba recuperando fuerzas, seguros de que ya sería tarde cuando noten su ausencia, hijos de orgías populares, cada niño tenía varios hogares a modo de comunidades que se responsabilizaban por su crianza. El propósito del grupo era atravesar los bosques y montañas para llegar a la ciudad de Portwen. Llevaban suficiente agua y alimentos para varios días.

Después de cinco días de caminata llegaron a los suburbios de Portwen, se refugiaron en una fábrica abandonada e hicieron de ella, su hogar. Los mayores del grupo salieron en busca de alimentos para los menores y trabajo para ellos. La ciudad portuaria necesitaba siempre mano de obra dispuesta.  Theo quedó al cuidado del niño flautista, ganaba peso y viveza para hablar, al cabo de un tiempo comenzó a parecerse al niño de diez años que en realidad era. El grupo se transformó en familia, cuidaban unos de otros, compartían un secreto y una hazaña.  

¿Qué pasó en Omelas cuando se dieron cuenta que liberaron al niño? ¿Buscaron otro para reemplazarlo? ¿Una nueva víctima para la felicidad de los demás? o ¿Tomaron conciencia de que la felicidad depende más de cada uno que de otros?

Pretender despertar de su cómoda inconciencia y cambiar la mentalidad de esa población, parecería una misión inalcanzable. Pero quien sabe, tal vez en un futuro, algunos de estos jóvenes que sintieron en su propia carne la injusticia de semejante contrasentido, vuelva a ella para intentar algo distinto.

Por ahora, al menos Theo, ya está a salvo.

 

Agosto/2024

Publicado en la Antología "Escritos de viajes" del Taller Una Voz que cuenta - Octubre/2024

Cuento: "Canela y azahares"

T
odas las tardes los vecinos del barrio los ven corretear por las anchas veredas. Salen en grupos de la escuela y se acompañan hasta que cada uno va llegando a su casa. La niña se despide de sus compañeros y cruza corriendo por el zaguán. Entra a la sala de grandes sillones. Se saca el tapadito de paño y lo cuelga en el perchero. Se alegra al ver los rayos del sol de la tarde, que atraviesan la mampara de vidrios y pintan de colores su delantal. Deja su portafolio de cuero sobre la mesa llamando a su madre. Tiene la nariz roja y húmeda por los últimos fríos de agosto.

Cruza la galería de la casa tipo chorizo al tiempo que una ráfaga de viento le trae el aroma a canela desde lejos. Llega a la puerta de la cocina. Se acerca despacio para mirar cómo trabaja su madre. Le encanta verla cocinar. El perfume que inunda el ambiente le revela el tesoro que hay en la olla. La madre la mira y adivina lo que su hija está deseando. Con un guiño cómplice, saca la cuchara de madera y le da para que pruebe. Ella sopla con suavidad, y lo saborea con los ojos cerrados. Su cara dibuja una sonrisa de enorme alegría. En la olla las ramitas marrones siguen flotando entre los borbotones del arroz con leche.

La madre apaga el fuego, busca un tazón de loza, lo llena hasta el borde. Luego agrega un copete de dulce de leche, de esos espesos que se usan para las tortas. La niña observa complacida dando saltitos de satisfacción. Lo recibe con sus dos manos, con cuidado se va a la galería, se sienta en uno de los sillones. Mezcla con la cuchara formando espirales con el dulce de leche y el blanco del arroz. Mira las ramitas en la taza que parecen los restos de un naufragio, mientras huele el humito que sube. Disfruta con lentitud su manjar preferido. Se olvida del frío.

En tanto la pequeña se deleita con su postre, su madre abre la puerta que va hacia el fondo y una brisa con olor a azahares, le despeja la cara. Se acerca a observar las flores del limonero. Se está anunciando la primavera. La madre regresa, y contempla a su hija contenta y agradecida. Entre los árboles del jardín, cae el sol del atardecer como bendiciendo la antigua casa.


Mayo/2024

jueves, 18 de septiembre de 2025

Cuento: "De Barcelona a Adelma" - (Inspirado en las "Ciudades Invisibles" de Ítalo Calvino)

 

De lejos, las luces del puerto aparecían débiles entre la neblina. Estaba llegando al muelle de la vieja Barcelona. Al bajar encontré la ciudad sombría, gótica. Las calles angostas apenas alumbradas con gastados faroles. Las sombras impedían ver más allá de un paso.

Fui hacia el hotel. Las paredes húmedas, de piedra, brillaban delineando el perfil del edificio. El conserje tenía una cara muy familiar, que no alcancé a reconocer hasta un momento después. Fue una sorpresa darme cuenta que era la cara de mi abuelo, muerto hace más de treinta años. Fui a la habitación que él indicó. Solo. Sentía que ya había estado en ese lugar alguna vez.

Intenté dormir. La oscuridad se apoderaba de mí. En mi somnolencia, volvían a la memoria las visitas al abuelo. Yo era muy chico cuando iba a verlo. Lo amaba porque era bueno conmigo, pero los años y la enfermedad lo volvieron irascible. La abuela como una santa lo cuidó hasta el final.

Desperté antes de la salida del sol y bajé al comedor. Una señora con delantal y cofia preparaba el desayuno. No había más huéspedes. Sobresaltado vi la cara de mi abuela en la señora. No entendía nada. En ese momento reconocí que el hotel era la casa de mis abuelos. Turbado miré por la ventana, la ciudad seguía en penumbras. Tomé el café para aclarar las ideas y guardé el cuaderno que llevaba en el bolso. Salí del hotel, confundido y cercado por miedos y temores.

Caminé por las calles, mientras recorría con la mirada la multitud de caras inesperadas que aparecían desde lejos, que me miraban como para hacerse reconocer, como para reconocerme, como si me hubieran reconocido. Me angustié al darme cuenta que ya no estaba en Barcelona, sino en Adelma, la ciudad de los muertos de Calvino. Una horda de hombres vivos con cara de muertos, o muertos vivientes, comenzó a rodearme. Sentí un fuerte olor a flores de cementerio. Sus ropas andrajosas y fétidas causaban repulsión.

Reconocí a algunos de ellos, sus caras se veían desfiguradas por el tormento. Advertí que estaba en la eternidad del infierno, pero no había fuego. Se acercaban a mí señalándome con sus huesudas manos. Comprendí que mi muerte estaba cerca. Asustado pasó ante mí todo lo que hice en mi vida. Como si fueran jueces que conocieran mis acciones, miraban fijamente con sus ojos amarillos. Se acercaban cada vez más, no tenía espacio para escapar. Comenzaron a empujar. Yo trataba de rechazarlos a manotazos. Se arrojaron sobre mí como cuervos hambrientos. Con los brazos cubrí mi cuerpo para que no me lastimaran. El sordo murmullo tenebroso que emitían, ahogaba mis gritos. Alrededor la ciudad seguía en tinieblas. Me golpearon, tiraron al suelo y pisotearon hasta dejarme destrozado. Al verme sin aliento, se retiraron. Apenas había llegado a Adelma y ya era uno de ellos, me había pasado de su lado.

De pronto, otra mano huesuda tocó mi hombro. Una señora con delantal y cofia, que no era mi abuela, alarmada por los gritos llamó para despertarme.

Me levanté, sobresaltado, confundido y golpeado por dentro. Convencido que en Adelma, el más allá, no es feliz.


Abril/2024 

Publicado en la Antología "Escritos de viajes" del Taller Una Voz que cuenta - Octubre/2024


Crónica: "Los últimos fríos de agosto"

 

En la esquina de Reyes Católicos y Las Palmeras el frío se siente más intenso. Una pareja pasa rápido al lado mío. Van con poco abrigo, tal vez salieron al mediodía a trabajar, cuando el sol de invierno auguraba una temperatura más alta. Otros van cubiertos hasta la cabeza. En este punto, la parada del colectivo que va a la universidad, suele estar muy concurrida. Pero a esta hora, ya no hay nadie esperando.

Un auto sale de cargar nafta, acelera y se mete entre otros dos. Cruza la calle cuando el semáforo ya está en rojo. Del otro lado recibe un bocinazo. Un grupo de chicos con uniforme de escuela, despreocupados por el frío y por cualquier cosa que pase a su alrededor, viene caminando en sentido contrario al del auto que acaba de salir. Casi los atropella.

Dos ciclistas también pasan el semáforo en rojo. Uno de ellos da la vuelta en U por la avenida. Una señora circula en moto con un chico atrás, no usan cascos.  Está claro que en Salta nadie respeta las normas de tránsito.

Una camioneta grande sale de la estación de servicio y los autos le dan paso, parece que es cuestión de tamaño. Algunas son tan enormes que, cuando voy en mi auto y las veo por el retrovisor, me apuro para que pasen. Con sus faros que encandilan, las imagino como un monstruo que me persigue para comerme.

La tarde se va apagando mientras las luces de la calzada se encienden. En el sitio donde está el cartel con los precios de los combustibles, hay un cantero con unas pocas flores blancas chiquitas. Creo que todavía no tienen el coraje para abrirse.  

Miro los árboles que están en la platabanda de la avenida. Solo uno de los lapachos tiene flores. ¿Será porque el invierno fue más crudo este año?

Voy hacia la vereda del frente y me quedo un momento bajo el lapacho florecido. Desde la esquina viene un viento helado, que hace llover flores sobre mí, como una bendición. Vienen a mi memoria los días de agosto cuando nació mi hija. Yo sentía que esos árboles rosados anunciaban que era una niña. Desde entonces, todos los agostos, cuando contemplo los lapachos, me envuelve un sentimiento de gratitud por la vida, y sonrío a la primavera que ya se está anunciando.


Agosto/2024 

Publicado en la Antología "Escritos de viajes" del Taller Una Voz que cuenta - Octubre/2024


domingo, 14 de septiembre de 2025

Microrrelato: "Ansiedad"

Ella sabía tejer muy bien. Daba vueltas y vueltas entrelazando su red. En el centro, un espacio abierto. Un día, un fuerte viento la aspiró hacia ese agujero negro. Un pensamiento recurrente y catastrófico la envolvió de tal forma que no pudo liberarse. Nunca imaginó que su mente la destruiría.

Publicado en "No te distraigas"  Micrósfera - Macedonia Ediciones - 2025

Microrrelato: "Mi Duende"


Anoche, después de un día muy largo, me fui a dormir pensando en cómo terminar la historia que estaba escribiendo. Esta mañana, como me pasa a menudo, me desperté antes que el sol. Con un café en la mano, lo ví con su gorro anaranjado en el escritorio a oscuras, tecleando con los pies: revisando mis textos, cambiando palabras… corrigiendo verbos… Al leer el cuento de nuevo, descubrí que estaba terminado y mejor aún de cómo lo había dejado. Él me miró, y alzando los hombros, me regaló una sonrisa cómplice; me saludó agachando levemente la cabeza y tocándose el sombrero. Y se fue a descansar en su tronco. Entonces supe de dónde venía la inspiración.


Publicado en "No te distraigas"  Micrósfera - Macedonia Ediciones - 2025


Microrrelato: "Ha sido un día agotador"

A Don Carlos se le cayeron los años encima. Desde que Marina se fue repentinamente, ya no queda nada del corredor de maratón que fue en su juventud. Sin embargo, continúa su caminata con los pies cansados y la espalda doblegada por el peso del desamparo.

Sale todas las tardes de su casa y junto al viejo perro se van alejando, mascando ambos la ausencia.
El animal tampoco entiende qué pasó, no la encuentra en los lugares donde solía llenarlo de caricias.
Regresa con algo para cocinar y entran en la casa
oscura que todavía conserva su perfume.
Mañana será otro día, dice Carlos en voz alta, y
acariciando al perro echado a su lado, trata de dormir pensando en ella, para soñarla y levantarse vivo otro amanecer.

Publicado en "No te distraigas"  Micrósfera - Macedonia Ediciones - 2025

Microrrelato "La decisión"



Caminaba de noche, determinado, hacia el andén de la estación. Se apuraba para 
llegar antes que el último tren. Llegó y se quedó nervioso, en el terraplén.

Vio la luz que venía, un segundo antes de hacer lo que tenía decidido. Fugazmente vio al niño que corría por el pueblo, su madre llevándolo a la escuela, su primera novia… luego, quedarse solo, sin familia, el primer robo, las drogas, la detención.

La luz lo cegó, el silbato lo aturdió y permaneció estático, sin saber si aquel inesperado hueco en el tiempo era cobardía o ganas de seguir luchando.

Seleccionado para la Antología "Bocanadas" de LAIA editora - Julio/2024

domingo, 7 de septiembre de 2025

Microrrelato: "Como en la vida real"

 Llegaron a mi ventana con su barro en el pico durante las primeras lluvias del verano. Trabajaron sin descanso. Al son de sus trinos fueron construyendo el nido. Al tiempo, se fueron sin que yo me diera cuenta. Pocos días después, otros lo habían ocupado. Sucede hasta en la naturaleza.

 

16 de diciembre de 2021

Microrrelato: "Amanecer"

 

Los trinos de los pájaros anticipan el cese de la lluvia. Una serena claridad rosada inunda el cielo lentamente. Olor a tierra mojada. ¡Tanta poesía en un instante, y yo, insomne angustiado, soy el único testigo!

20 de marzo de 2022

Microrrelato: "Cuentos desde el cielo"

 

Recuerdo que mi abuela murió cuando yo tenía solo cuatro años. La quería mucho, porque me contaba cuentos. Después de trece días en terapia intensiva, se fue. No entendía bien qué estaba pasando. Muchas caras tristes y ojos llorosos. Ese día, fuimos en cortejo hacia el cementerio, acompañando un cajón negro. Yo iba en un auto consolando a mi mamá.

De pronto, la vi subiendo como un ángel entre las nubes. Grité:

- ¡allá va la abuela! -

- si hijita, ¡ella seguro que se va al cielo! - ...dijo mi mamá, cabizbaja.

Desde entonces, todas las noches mi abuela baja del cielo a visitarme, y me cuenta cuentos, con ángeles y estrellas. No se lo dije a nadie. No me creerían...


11 de marzo de 2022