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Salta Capital, Salta, Argentina

domingo, 28 de diciembre de 2025

Microrrelato: "La casa de la Sarmiento"


Abro la puerta del zaguán. Respiro el aire de la sala. El balcón del comedor sigue con la cortinita de encaje. Mientras la llamo me inunda el olor familiar, mezcla de jazmines y canela. Cruzo la mampara con vidrios de colores y la galería de la parra. Mi abuela aparece risueña con su batón y sus zapatillas gastadas. Trae un plato con mi budín preferido, humeante. Yo corro a abrazarla. En el fondo veo el jardín que parece una selva. 

En las noches regreso, entre sonrisas y lágrimas, ella me sigue esperando. 

Diciembre / 2024

Publicado en la Antología "No te distraigas" Macedonia Ediciones - Abril /2025


Microrrelato: "Desde el espejo mis ojos no me miran, miran el paso del tiempo. Benedetti"

Y un día de pronto se desconoció. ¿Cuándo empezó a verse así? Su rostro no es ese que la mira desde el espejo. Sale, siente que es la de antes. Su cuerpo, sus ganas, su empuje, están vivos aún. Vuelve y encuentra nuevamente la máscara en el reflejo. Entonces, en un arranque de dignidad y valentía, tira el espejo.

Setiembre /2023

Publicado en la Antología "No te distraigas" Macedonia Ediciones - Abril /2025

Microrrelato: "Ansiedad"


Ella sabía tejer muy bien. Daba vueltas y vueltas entrelazando su red. En el centro, un espacio abierto. Un día, un fuerte viento la aspiró hacia ese agujero negro. Un pensamiento recurrente y catastrófico la envolvió de tal forma que no pudo liberarse. Nunca imaginó que su mente la destruiría.

 

Diciembre / 2021

Publicado en la Antología "No te distraigas" Macedonia Ediciones - Abril /2025

Microrrelato: "Crónicas Marcianas"

Los últimos relatos son esclarecedores. Desde el lejano planeta Tierra, llegaron en cohetes plateados. Hablaban de paz y hermandad. Pero bajo el polvo rojizo dejaron ciudades muertas. Los únicos sobrevivientes miraron el profundo océano del cielo tratando de ver las llamas de la Tierra, las ciudades en ruinas y los hombres matándose unos a otros. Pero ya no vieron nada. Entonces, como ahora, los humanos eran atroces.


Marzo / 2024  

Publicado en la Antología "No te distraigas" Macedonia Ediciones - Abril /2025


lunes, 15 de diciembre de 2025

Cuento: "Despertar en París"

La foto en el portarretrato, cual testigo de momentos felices, la acompaña desde la mesa de luz. Suena el despertador y ella se levanta sintiendo el frío del invierno. Cuando apaga el reloj, mira la imagen como todos los días. Calienta el agua para hacer el desayuno. Mientras tanto, alista el abrigo más grueso, la bufanda y la boina negra.

A través de la ventana, se ven las nubes bajas que anuncian la típica nevisca de diciembre. A lo lejos, se dibuja el perfil de la torre en el horizonte. El día promete ser gris.

Ella sale del edificio y cruza por la plaza del Ayuntamiento. Las personas caminan apuradas escapando de la inminente nevada. Los primeros copos empiezan a posarse en el tapado oscuro. Esperando cruzar la calle, se detiene al lado del farol de la esquina. De pronto siente la mano de él posarse en su hombro. La mano protectora que calma la ansiedad. El abrazo que la rodea y sin decir palabra, un beso. Se abandona en los labios de su amor, igual que la primera vez. Cierra los ojos. La gente sigue caminando indiferente. Siente que la espera terminó.

El silbido implacable de la tetera interrumpe la ensoñación. Mira otra vez la foto sobre la mesa de luz. No. No llegó. Nunca volvió.

El vaho de la taza de té le nubla los ojos. Abre la ventana para despejarse y las ráfagas heladas la terminan de despertar. Algo por dentro le dice que ya fue suficiente, es más, que ya esperó demasiado. Toma el portarretrato y lo estrella contra el suelo.

Vuelve a la ciudad pensando “París no es la misma de entonces. Yo tampoco”


Enero / 2025

Cuento: "Al acecho"

El fuego de los leños crepitaba en las últimas llamas del día. Gabriel dejó el borrador sobre el escritorio de su oficina y fue a descansar. Había trabajado mucho y sentía que su novela iba avanzando. Después de varios días con la hoja en blanco, logró terminar un capítulo más. Fue a dormir pensando cómo continuar.  El cuaderno quedó abierto en la última página escrita: Ulises, el protagonista, un joven desquiciado, en un ataque de locura, secuestra a toda una familia.

Mientras el escritor descansaba, una sombra se levantó desde el manuscrito, tomó la hoja de afeitar que Gabriel usaba como sacapuntas y cortó la página del cuaderno. La hizo desaparecer en las brasas de la chimenea.

Cuando el escritor inició su trabajo al día siguiente, vio extrañado que faltaba algo. Pensó que tal vez no lo había escrito. Redactó, perplejo, lo que recordaba. En el siguiente capítulo Ulises eliminaba a cada miembro de la familia. Luego de unas horas, Gabriel almorzó  y salió a caminar unas cuadras. La brisa fresca lo despejaba. Las ideas comenzaban a aparecer en su mente, las anotaba en una libreta. Volvió a la oficina respirando aire nuevo y continuó escribiendo. Mientras él no estaba, Ulises, en la soledad del escritorio, tomó otra vez la hoja afilada y cortó la última página del manuscrito. No le gustaba quedar como un villano.

El escritor al ver que otra vez faltaban páginas, empezó a gritar y maldecir. ¡Aquí hay algo muy raro! ¡Horas, días trabajando y alguien me está boicoteando la novela! Rojo de indignación golpeaba sobre el escritorio. Caminaba en círculos hablando solo y tratando de entender qué pasaba.  Hizo un té e intentó calmarse. Siguió escribiendo, cambió el rumbo de los hechos en la novela. Pensó que Ulises liberara a los rehenes, uno por uno. Pero ese final no era muy interesante. Tenía que inventar algo más atractivo. Había que darle otro giro al relato. Mejor sería que el protagonista se quedara solo con las mujeres de la familia, las abusara, robara las joyas, los ahorros y escapara. Las mujeres quedarían amordazadas y dormidas con somníferos que les habría obligado ingerir.

Esa noche, amparado por la oscuridad, otra vez el protagonista se levantó como una sombra y arrancó las hojas recién escritas. Quería salvar a las mujeres.

Cuando Gabriel vio que una vez más faltaban las páginas, estalló en un arranque de furia, levantó el manuscrito y lo lanzó al fuego de la chimenea. El humo formó una figura humana enorme. La sombra arremetió sobre el escritor. Por detrás otras figuras con forma de mujeres venían también por él. Ulises lo sujetó del cuello hasta dejarlo sin respiración. Una de las mujeres rescató el manuscrito del fuego con las pinzas de la chimenea y lo arrojó a su cara. La otra tomó un bidón de alcohol que había junto al hogar y lo esparció por toda la alfombra. El fuego se expandió de inmediato. El escritor, moviéndose casi asfixiado, trataba de deshacerse de las sombras que lo golpeaban y del fuego que lo abrasaba.

Al día siguiente, cuando entró la mujer de la limpieza a la oficina, lo encontró encogido en una esquina, hecho un harapo. Estaba envuelto en una manta con el cuerpo temblando. Los ojos desorbitados saltaban en su cara desencajada y su boca intentaba mascullar algunas palabras. Junto a él, el manuscrito destrozado, rasgado con cortes de una hoja filosa.

La mujer no advirtió en ese momento lo que pasaba a sus espaldas. Desde las brasas de la chimenea, tres figuras de humo al acecho, se preparaban para saltar sobre ella.

 Junio / 2025

Cuento: "En la voz de las estrellas"

El crujir de las hojas bajo sus pisadas, rompía el silencio de la mañana. Franco caminaba sin rumbo por el parque. Los árboles desnudos tenían esa fascinación de bosque de cuentos. Ese día no buscaba inspiración en la caminata. Miraba cómo sus pies desaparecían entre las hojas desmenuzadas.  Pensó que el alquiler y las tarjetas no se pagan con poemas y cuentos. Si quería dedicarse a escribir, tenía que encontrar pronto un trabajo fijo.

De repente vio el cartel a la entrada del teleférico: Convención de Ufólogos en Salta-Cerro Ala Delta. Con los últimos pesos que tenía en el bolsillo decidió comprar la entrada. ¿Pero, para qué ir? ¿si él no creía en los OVNIS? Sin embargo, que sería una buena idea para escribir un relato y siguió viaje.

Cuando el poeta llegó a la cima del cerro Ala Delta, buscó un lugar cómodo, dejó el escepticismo de lado y se dispuso a escuchar. En el primer Congreso Internacional de Ufología, atendió una conferencia tras otra: especialistas, testigos de encuentros extraterrestres, algunos abducidos, investigadores y periodistas de distintas partes del mundo. Al final de la tarde, Franco y los incrédulos ya formaban un grupo de amigos, habían debatido todos los argumentos y experiencias, pero no los habían convencido. Decidieron regresar a la ciudad y subieron juntos al teleférico.

Cuando empezaban a trasladarse hacia la cima del San Bernardo, el sol del atardecer cayó entre los cerros. En el cielo, se vio un conjunto de objetos voladores brillantes que asomaban desde el oeste. ¡Qué genial!, pensó, ¡que buenos efectos visuales!

Los que quedaban en el encuentro de ufólogos, aplaudían eufóricos ante el avistamiento, mientras que los que estaban dentro de la cápsula, no comprendían qué estaba pasando. Una de las naves más grandes se situó arriba de la góndola y lanzó unos rayos cegadores que la envolvieron con una extraña fuerza anti gravitatoria, cortando los cables de acero que la sostenían y elevándola con ella. Colgados de un OVNI como un péndulo, estaba el grupo más descreído gritando desesperados, en una abducción colectiva. Así como llegaron, los alienígenas se fueron con su botín de escépticos aterrorizados a una velocidad superior a la de cualquier aeronave conocida.

Los organizadores, corrían desconcertados, discutían, intentaban llamar a la prensa. Otros, como si fuera un reality show, sólo atinaban a grabar con sus cámaras. Un especialista de la NASA comenzó a comunicarse con las bases aeroespaciales del mundo, la del Radiotelescopio de Arecibo, en Puerto Rico y la de Crimea, que enviaron señales al espacio. Solicitaban, mediante mensajes de ondas electromagnéticas, la restitución inmediata de las personas secuestradas y un urgente esclarecimiento de la intrusión.

Mientras tanto, en la góndola, al ver el estado de shock que tenían los humanos, los invasores les inyectaron de manera remota, incierta, un gas narcótico. Algunos se exaltaron, golpeando las ventanillas, otros no coordinaban sus movimientos y se caían. Por alguna razón, los extraterrestres se fueron y los abandonaron en la desolación espacial, no sin antes dejarles, por un conducto del techo, una importante cantidad de cápsulas comestibles y de hidratación. Un momento después, se tranquilizaron bajo los efectos del gas.

Entonces, Franco, que no dejaba de observar el espacio exterior, golpeando una ventana, dijo a los gritos

- ¡Miren afuera! - el grupo se pegó a los vidrios. Frente a sus ojos cruzaba un cometa dejando una estela de gases luminosos. Más lejos, el cielo parecía llover estrellas fugaces. Y en el fondo, como un camino de espuma de polvo galáctico, cruzaba el manto de la Vía Láctea. Sin pensarlo, comenzaron a disfrutar la exploración del infinito.

No saben cuánto tiempo pasó o pasará. Siguen viajando, librados a las fuerzas fundamentales que rigen las galaxias, como si estuvieran a la deriva en el útero del universo, pero sin un cordón umbilical que los una a algún planeta conocido. Navegan por la inmensidad esperando que alguien los rescate.

Entretanto, el poeta los anima a relajarse y percibir el alma del cosmos que canta eternamente en la voz de las estrellas.

Agosto / 2025