El crujir de las hojas bajo sus pisadas, rompía el silencio de la mañana. Franco caminaba sin rumbo por el parque. Los árboles desnudos tenían esa fascinación de bosque de cuentos. Ese día no buscaba inspiración en la caminata. Miraba cómo sus pies desaparecían entre las hojas desmenuzadas. Pensó que el alquiler y las tarjetas no se pagan con poemas y cuentos. Si quería dedicarse a escribir, tenía que encontrar pronto un trabajo fijo.
De repente vio el cartel a la
entrada del teleférico: Convención de Ufólogos en Salta-Cerro Ala Delta. Con
los últimos pesos que tenía en el bolsillo decidió comprar la entrada. ¿Pero,
para qué ir? ¿si él no creía en los OVNIS? Sin embargo, que sería una buena
idea para escribir un relato y siguió viaje.
Cuando el poeta llegó a la
cima del cerro Ala Delta, buscó un lugar cómodo, dejó el escepticismo de lado y
se dispuso a escuchar. En el primer Congreso Internacional de Ufología, atendió
una conferencia tras otra: especialistas, testigos de encuentros
extraterrestres, algunos abducidos, investigadores y periodistas de distintas
partes del mundo. Al final de la tarde, Franco y los incrédulos ya formaban un
grupo de amigos, habían debatido todos los argumentos y experiencias, pero no
los habían convencido. Decidieron regresar a la ciudad y subieron juntos al
teleférico.
Cuando empezaban a trasladarse
hacia la cima del San Bernardo, el sol del atardecer cayó entre los cerros. En
el cielo, se vio un conjunto de objetos voladores brillantes que asomaban desde
el oeste. ¡Qué genial!, pensó, ¡que buenos efectos visuales!
Los que quedaban en el
encuentro de ufólogos, aplaudían eufóricos ante el avistamiento, mientras que
los que estaban dentro de la cápsula, no comprendían qué estaba pasando. Una de
las naves más grandes se situó arriba de la góndola y lanzó unos rayos
cegadores que la envolvieron con una extraña fuerza anti gravitatoria, cortando
los cables de acero que la sostenían y elevándola con ella. Colgados de un OVNI
como un péndulo, estaba el grupo más descreído gritando desesperados, en una
abducción colectiva. Así como llegaron, los alienígenas se fueron con su botín
de escépticos aterrorizados a una velocidad superior a la de cualquier aeronave
conocida.
Los organizadores, corrían
desconcertados, discutían, intentaban llamar a la prensa. Otros, como si fuera
un reality show, sólo atinaban a grabar con sus cámaras. Un especialista
de la NASA comenzó a comunicarse con las bases aeroespaciales del mundo, la del
Radiotelescopio de Arecibo, en Puerto Rico y la de Crimea, que enviaron señales
al espacio. Solicitaban, mediante mensajes de ondas electromagnéticas, la
restitución inmediata de las personas secuestradas y un urgente esclarecimiento
de la intrusión.
Mientras tanto, en la góndola,
al ver el estado de shock que tenían los humanos, los invasores les inyectaron
de manera remota, incierta, un gas narcótico. Algunos se exaltaron, golpeando
las ventanillas, otros no coordinaban sus movimientos y se caían. Por alguna
razón, los extraterrestres se fueron y los abandonaron en la desolación
espacial, no sin antes dejarles, por un conducto del techo, una importante
cantidad de cápsulas comestibles y de hidratación. Un momento después, se
tranquilizaron bajo los efectos del gas.
Entonces, Franco, que no
dejaba de observar el espacio exterior, golpeando una ventana, dijo a los
gritos
- ¡Miren afuera! - el grupo se
pegó a los vidrios. Frente a sus ojos cruzaba un cometa dejando una estela de
gases luminosos. Más lejos, el cielo parecía llover estrellas fugaces. Y en el
fondo, como un camino de espuma de polvo galáctico, cruzaba el manto de la Vía
Láctea. Sin pensarlo, comenzaron a disfrutar la exploración del infinito.
No saben cuánto tiempo pasó o
pasará. Siguen viajando, librados a las fuerzas fundamentales que rigen las
galaxias, como si estuvieran a la deriva en el útero del universo, pero sin un
cordón umbilical que los una a algún planeta conocido. Navegan por la inmensidad
esperando que alguien los rescate.
Entretanto, el poeta los anima
a relajarse y percibir el alma del cosmos que canta eternamente en la voz de
las estrellas.
Agosto / 2025


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