Ahí estás. Parada frente a la puerta de embarque del Airbus A350 de ITA Airways que te llevará a Roma. En tu mochila, guardás como un tesoro, la carpeta con la documentación certificada y apostillada que te llevó años reunir.
Partís, sentís una mezcla de ansiedad, miedo y alegría. Leés, mirás
películas, caminás por el pasillo y charlás con tus compañeros de asiento.
Nadie te espera. Tu italiano tiene lagunas, pero juntás coraje.
Respirás hondo como si estuvieras serena y hacés los trámites para ingresar al país
Tomás un taxi. Vas al hotel de apenas dos estrellas.
Viajás a Ancona, sobre el Adriático, la tierra de tu bisabuelo. Buscás
los datos que te faltan y te informan que la única forma de conseguir la
ciudadanía es que te quedes tres meses viviendo en el País.
Contás tus ahorros y te decidís: vas a buscar un trabajo temporario
como camarera o recolectora de frutillas. Dicen que en el sur la vida es más
barata. Te vas en ese rumbo.
Conseguís trabajo en un café, conocés muchos Ragazzi belli y uno
que te sonríe cuando pide caffé latte, todas las mañanas. Sos argentina.
Eso te agrega un plus, lo aprovechás. Sonreís más.
Mientras trabajás para comer, conseguís amigos y paseás por las
magníficas playas de la costa del Adriático, los tres meses se te pasan
volando.
Un día, te llega el ansiado pasaporte. Llorás y bailás de alegría. Es
lo que tanto querías tener. Para eso laburaste todos estos años. Sólo
comparable al momento de recibir tu título.
¿Y ahora…? ¿qué hacés…?
¿Te volvés?
Abril /2024
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